sábado, 4 de enero de 2014

Pronto va a atardecer

"Estoy helada, esperando, amor mío. Las manos me tiemblan, me duelen mientras escribo esta carta. Estoy sola aquí, en la estación, esperando. Hace apenas una hora, llegaban trenes de todas las ciudades. Te buscaba entre la gente que bajaba de los vagones, oía las despedidas de otros que partían. Ahora ni siquiera se oye el sonido del viento. 

Me he puesto a escribir, para evitar pensamientos que me inquietan. Buscando una explicación para este ambiente tan fantasmal, durante unos segundos creí haber muerto, estar en otra realidad, sin gente, sin trenes, abrazada por el frío. Escribo para mantener la cordura, sabes que la soledad me aterra. Ya es mi octavo mes aquí. No voy a dejar de esperarte.

Te sigo esperando pero no pareces llegar nunca. Quizás ya no vengas. Es posible que te hayas olvidado de mí, de nuestro acuerdo, de nuestro amor. Pronto va a atardecer y el verde del bosque que rodea la estación se teñirá de esa preciosa luz naranja. Luego vendrá la oscuridad y con la oscuridad el temor. No quiero vivir las noches sin ti, amor mío, por favor no me alejes de tu lado..."

Minutos antes del anochecer abandoné la estación para disfrutar los últimos rayos de sol. Me adentré en el bosque para admirar su belleza. Nunca supe hallar el camino de vuelta. Mi viejo abrigo azul no era suficiente. Caí a los pies de un árbol, en medio de la oscuridad. Horas más tarde tu voz me despertó. Ya no hacía frío. Era de día otra vez. No me alegró verte, estaba confundida, no era el reencuentro que había imaginado durante ocho meses en mi cabeza.

-¿De verdad eres tú?
- Pues claro que sí. Mira, aún llevo tu medallón, el que me diste cuando nos prometimos.

Sonreí, te abracé y te agarré la mano con fuerza para no volver a soltarla nunca.

........

Después de ocho meses en coma, tras nuestro accidente, habían decidido apagar la máquina que me mantenía con vida. Me habían dejado marchar.


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